El riego como tecnología para impulsar la producción agrícola

Especial para Cultivos de Iniverno,
Escribe Silvina Schölderle*

En un país donde la agricultura es uno de los pilares de la economía, la disponibilidad de agua sigue siendo un factor clave para la producción. El impacto del déficit hídrico 2022-2023 en la producción agropecuaria de secano le generó al país pérdidas económicas directas estimadas en 1.000 millones de dólares (OPYPA, 2024). El riego permite complementar el aporte de las precipitaciones, asegurando el suministro de agua a los cultivos, lo que mejora los rendimientos y reduce la variabilidad entre años.

En Uruguay, desde 2019 se ha experimentado un crecimiento continuo del área regada. En la zafra 2023-2024, según datos de Regadores Unidos Uruguay (RUU), se regaron 44.103 hectáreas de soja y maíz. La gran mayoría de los círculos de riego se ubican en los departamentos de Soriano, Río Negro y Colonia.

El mayor impacto de esta tecnología se observa en los cultivos de verano, ya que su principal limitante ambiental en secano es la disponibilidad hídrica. La baja capacidad de almacenamiento de agua en los suelos y la dependencia casi exclusiva de las precipitaciones, caracterizadas por su elevada variabilidad, son las principales causas de esta problemática. El riego ha permitido una ganancia promedio de rendimiento del 80% en maíz y del 40% en soja en los últimos seis años.

La brecha de rendimiento entre secano y riego se amplía en los años con precipitaciones por debajo del promedio, especialmente en maíz, debido a su mayor demanda hídrica. Sin embargo, lo más relevante es la disminución en la variabilidad de los resultados entre años, como se muestra en el Cuadro 1. Para el maíz con riego, el coeficiente de variación promedio es del 8%, mientras que en secano alcanza el 33%.

Las ventajas son claras y las necesidades crecen año a año. Ahora, solo resta que se profundicen medidas que favorezcan la adopción de esta tecnología. Si bien actualmente existen políticas públicas que promueven la inversión y han contribuido a reducir el costo de instalación, en 2002 el costo inicial para regar una hectárea equivalía a la compra de 1,3 hectáreas de campo agrícola, mientras que hoy se ha reducido a un tercio de ese valor. No obstante, es clave impulsar mayores incentivos que aceleren la expansión del riego, considerando el impacto positivo que puede generar en la economía nacional. Por ello, es fundamental que el Estado continúen apoyando esta tecnología, asegurando su acceso a más área y fortaleciendo así la competitividad del sector agrícola. 

*Ingeniera agrónoma, integrante del equipo de la consultora agronómica Cuatro Hojas

sscholderle@cuatrohojas.com.uy

Comparte este artículo