Luces amarillas en el negocio de los granos

Escribe Leonardo Bolla,

director de Agromedios

La zafra agrícola 2024/25 se enfrenta, calculadora en mano, con una relativa mejora en el panorama climático, pero que plantea realidades productivas diversas a lo largo y ancho del país y en el plano de la región. Se trata de cambios, en algunos casos significativos, que le suman un mayor grado de inestabilidad a la producción, en virtud de la situación de los cultivos, el clima y los mercados externos.

Dentro de esta complejidad, la situación está definida por una paulatina recuperación de los resultados de la cosecha pasada de trigo y cebada, que se manifestó en los volúmenes más que en calidad. Sin embargo, en lo que respecta a las siembras de verano, hubo problemas de implantación vinculados con las precipitaciones que llevaron a siembras tardías de soja y un corrimiento hacia las áreas de maíz.

Con calculadora en mano, planificación agronómica y diversificación de los cultivos, se trata de apuntalar este panorama extremadamente dinámico de la oferta y la demanda, donde las relaciones están en constante cambio. 

Con estas propuestas al alcance de la mano, se suma la necesidad de ampliar tecnología, manejo y apoyo técnico que permita hacer frente a las complejas situaciones productivas, tendencias y factores políticos y monetarios.

Con un escenario de menores precios y mayor rendimiento equilibrio para los productos agrícolas, en particular, el ciclo se plantea como desafiante para la soja, que enfrentó problemas de siembras por las condiciones de lluvias y retrasos significativos en la implantación. 

A lo cual, por si fuera poco, se sumó la situación provocada por la ola de calor, que se instaló en febrero, demorando las lluvias y provocando un ajuste en las proyecciones de rendimientos por hectárea de los cultivos.

Con márgenes reducidos, el panorama de verano y las perspectivas para invierno plantean la necesidad de un enfoque integral del sistema y más que nunca apostar a la diversificación de las opciones. Dentro de esta realidad con altos riesgos que impone la actividad agropecuaria a campo y cielo abierto, se hace necesario sumar y relevar el impacto los mercados internacionales y las dinámicas relaciones de la oferta y la demanda de granos.

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